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Investigación de la muerte del fundador de Mango: el gesto que desafía la sensatez

(Imagen: Mango Fashion Group)

Pocas decisiones empresariales resultan tan desconcertantes como la adoptada por Mango MNG S.A., que ha decidido reforzar los poderes de Jonathan Andic, hijo del fundador Isak Andic, en plena investigación policial sobre la muerte de su propio padre.

Mientras los Mossos d’Esquadra analizan los hechos ocurridos en Montserrat, una tragedia que terminó con la vida del empresario, la compañía ha otorgado a Jonathan el cargo de apoderado solidario, lo que le permite actuar por sí solo en nombre de la empresa.

No se trata de un mero trámite burocrático: un apoderamiento solidario confiere a su titular un poder operativo pleno, incluso superior al de un apoderado mancomunado, que necesita la firma de otros. En otras palabras, Mango ha aumentado la capacidad de actuación independiente de su principal directivo justo cuando su conducta está bajo investigación.

Legalidad no equivale a legitimidad

Desde un punto de vista estrictamente jurídico, Mango no vulnera norma alguna. La empresa puede libremente modificar sus órganos de representación y poderes internos.

Sin embargo, el Derecho mercantil no es solo un conjunto de reglas, sino también un sistema de principios: la diligencia del buen empresario, la transparencia frente al mercado y la responsabilidad social corporativa son pilares esenciales.

El problema no es lo que Mango puede hacer, sino lo que debería haber hecho.

En un momento en que la investigación sigue abierta y la opinión pública espera prudencia, el refuerzo de poderes a Jonathan Andic transmite un mensaje éticamente temerario: el de una compañía que prioriza el control familiar sobre la coherencia institucional.

(Imagen: E&J)

Una contradicción con la exigencia de responsabilidad corporativa

Mango lleva años presentándose como una multinacional moderna, transparente y profesionalizada, alejada de los personalismos que caracterizaron su etapa fundacional.

Sin embargo, esta decisión revive el fantasma del nepotismo y cuestiona el compromiso real del grupo con las buenas prácticas de gobierno corporativo.

Mientras los inversores exigen rigor y las normas de compliance recomiendan mantener distancia entre la empresa y los procesos judiciales personales, Mango concentra más poder en el investigado.

El resultado es un golpe directo a la credibilidad reputacional del grupo, tanto ante el mercado como ante la sociedad.

El deber de respetar la justicia (y parecer que se respeta)

El Estado de Derecho no se defiende con comunicados de prensa, sino con actitudes. Si la Justicia ha considerado necesario investigar la muerte de Isak Andic, lo mínimo que cabría esperar de Mango sería mantener una posición neutral y prudente, al menos hasta que el caso se esclarezca.

Reforzar a Jonathan Andic justo ahora equivale a enviar el mensaje de que la investigación judicial es irrelevante para la empresa. Este gesto no solo desafía el principio de prudencia, sino que socava la confianza en la independencia de la gestión corporativa, un valor que toda multinacional que opera en mercados globales debería proteger con celo.

(Imagen: Mango Fashion Group)

Entre la lealtad familiar y la responsabilidad institucional

Nadie discute el derecho de una familia a defender a uno de los suyos, pero una empresa no es una familia: es una persona jurídica sujeta a normas de gobernanza, de transparencia y de rendición de cuentas.

Confundir ambos planos lo personal y lo institucional conduce a decisiones que pueden ser legítimas en el papel, pero inaceptables en la práctica.

Mango se encuentra ahora en una encrucijada: o refuerza su compromiso con la ética empresarial y el respeto a la justicia, o corre el riesgo de que su marca, durante décadas símbolo de éxito empresarial español, se vea asociada a la opacidad y al corporativismo familiar.

Conclusión: el prestigio también se gestiona

El caso Andic no es solo un episodio judicial; es una prueba de madurez para Mango. Reforzar al hijo investigado puede parecer un acto de confianza interna, pero externamente es un error de gobierno corporativo que pone en duda el respeto a las instituciones.

La justicia debe investigar sin interferencias, y las empresas deben comportarse como lo que son: entidades con deberes éticos ante la sociedad.

Porque, en definitiva, el prestigio, como la herencia, también se puede perder.

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